Ilustración: Vandrake |
“¿Quién? ¿Yo?”
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Según la más antigua mitología lotin,
el universo fue creado por
Dios y Dios les dio a sus cuatro primogénitos poder sobre los elementos. Estos
cuatro dioses hermanos, Hasel, Tana, Enia y Selan, reinaron respectivamente sobre
fuego, aire, agua y tierra. Tambien cuenta uno de los relatos más antiguos
que Selan, el hermano menor, celoso de Tana, la retó a duelo y los dos pelearon
con espadas sobre la tierra prometida (lo que vendría siendo Tanadia), y su
pelea abrió ríos y lagos y formó montañas. Finalmente,
Tana puso al hermanito rebelde en su sitio y de una forma humillante lo obligó
a marcharse de su tierra.
Así es como lo cuenta la cultura religiosa lotin. Ahora... los dioses no existen,
¿verdad? Digamos... son una excusa inventada por la gente para tener algo
en qué creer. Pero... ¿que ocurriría si de pronto los dioses
bajaran a la tierra?
Selan y sus cuatro hermanos lo han hecho, y viven ahora en los cuerpos de títeres
hermosamente construídos. Han estado demasiado tiempo en el limbo, y no les
importa mucho su condición divina. Y a Selan menos que a ninguno de sus hermanos.
Selan se ha vuelto tan perezoso con los miles de años a cuestas, que nunca
pensaría en volver a retar a Tana... aunque, como se lo hacen notar, él
es mejor luchador. Odia la etiqueta de ser el malo de la historia, simplemente porque
es una parte demasiado activa e incómoda. Es quien más extraña
el limbo, y eso lo demuestra con sus diez horas de sueño diurno y al menos
dos siestas nocturnas. No hace más del trabajo que, como marioneta, le está
asignado. Y a su modo, es feliz... a pesar de ser un dios, a pesar de haber bajado
a un mundo que ya no cree en él.